Por Macarena Sáez, gerente de Austral Incuba.
Múltiples factores se conjugan para que 2016 sea percibido como un año difícil. El menor crecimiento proyectado para la economía chilena, la caída del precio del cobre y un escenario financiero internacional que también va a la baja aparecen como nubarrones que no sabemos si desatarán una tímida llovizna o, derechamente, un chaparrón.
Pero no hay que temerle a la lluvia, o como hacemos en Valdivia, hay que aprender a vivir con ella y sacarle provecho para hacer volar el ingenio y la creatividad. Porque los tiempos difíciles no son para cruzar los brazos esperando que el temporal amaine. Son en realidad el momento para desplegar los paraguas y salir a mirar con ojos nuevos nuestro entorno, a repensar lo que estamos haciendo y buscar soluciones novedosas. Porque parte de este panorama se lo debemos justamente a una apuesta anacrónica por los commodities, sin que hayamos logrado movernos -a pesar de los decididos esfuerzos de política pública de los últimos años- a un modelo distinto. Un modelo donde la inteligencia, el emprendimiento innovador, la agregación de valor y el desarrollo sustentable y a escala humana se conviertan en el eje de una economía que provee mejor calidad de vida para amplios sectores de la población. Una economía en la cual los jóvenes emprendedores de hoy tendrán un gran capítulo que escribir.
Innovar en tiempos de crisis puede sonar extraño, sobre todo cuando muchas compañías piensan ya en cómo reducir sus “gastos”, un proceso en donde las líneas de I+D+i y sustentabilidad lamentablemente suelen verse comprometidas. Por el lado de las personas, en tanto, los frenazos económicos hacen que demanden mejores redes de apoyo del Estado, en un contexto en que el gasto fiscal también se ve contraído.
Sin embargo, aguzando un poco la mirada debería hacerse evidente que las empresas que se atreven a innovar en tiempos de crisis serán más robustas que su competencia cuando vuelva la calma. Y como lo describía muy bien el profesor de Harvard Business School Clayton M. Christensen, en el contexto de la pasada crisis subprime, una recesión puede tener un impacto enormemente positivo en la innovación porque obliga a los emprendedores/investigadores a concentrarse en sus objetivos en forma eficiente. Existe consenso en que las innovaciones más disruptivas o radicales se producen en los momentos de mayor tensión y menores recursos disponibles, dado que las personas están mucho más abiertas a replantearse de forma profunda la manera de hacer las cosas.
Por lo mismo, llueva o truene, nuestra invitación a innovar y emprender desde el sur para el mundo sigue firme este 2016.